lunes, 18 de mayo de 2009

La escultura barroca

La escultura barroca está caracterizada por la búsqueda del movimiento, el contraste entre las diversas superficies a la hora de buscar efectos lumínicos y la integración en la arquitectura para obtener intensidad dramática. Abundará la escultura religiosa al servicio de la devoción, pero también encontramos estatuas mitológicas, retratos y escultura funeraria.
Bernini es el gran genio de este estilo y su Extasis de Santa Teresa su obra maestra, mostrándonos de manera exquisita la visión de la santa. La Beata Ludovica Albertoni y la Fuente de los Cuatro Ríos son otras de sus magníficas obras.
En la corte francesa encontramos una escultura adaptada a los dictados de la Academia, siguiendo las reglas clásicas e interpretándose de manera clara. Coysevaux y Girardon son los maestros más destacados.
La escultura española en el Barroco está centrada en lo religioso, buscando el dramatismo y el realismo en las estatuas. La madera es el material más utilizado, empleando policromía e incluso postizos como cabello natural u ojos de cristal.
En el foco castellano destaca la figura de Gregorio Fernández, autor que evoluciona desde el idealismo y la elegancia del manierismo hasta formas naturalistas y dolientes. En la escuela sevillana encontramos a Juan Martínez Montañés, artista que valora la anatomía y logra captar la belleza natural, cargada de serenidad, tensión y fuerza interior. Alonso Cano es el gran escultor de la escuela granadina y sus figuras se caracterizan por la gracia y el exquisito cuidado de la talla. Pedro de Mena también es granadino y realiza esculturas que rozan el misticismo, siendo uno de los maestros más hábiles en el trabajo de la madera.
La escultura barroca española se culmina con Francisco Salzillo, quien pone en práctica una escultura cargada de dinamismo y sentimiento, destacando sus sencillas figuras para belén.

La escultura renacentista

Spengler ha señalado que el Renacimiento ha sido la única etapa de la Historia del Arte occidental en la que la escultura ocupa un lugar preeminente. La cuna de este nueva corriente escultórica la encontramos en Florencia. Sin embargo, la inspiración clásica no implica copia ni reproducción sino recreación, buscando aportar nuevos valores a mármoles y bronces. El naturalismo, la preocupación por la anatomía humana y los estudios de perspectiva son las principales novedades formales de la escultura renacentista. Las figuras se hacen proporcionadas y se fija una canon realista, con dominio espacial en la implantación de la figura.
En Italia encontramos dos grandes etapas: Quattrocento y Cinquecento. En el Quattrocento destacan las personalidades de Lorenzo Ghiberti, autor de las Puertas del Paraíso del Baptisterio de Florencia; Jacopo della Quercia, autor del Sepulcro de Hilaria del Carreto; y Donatello, escultor que aportará gran naturalismo a sus figuras, como observamos en el San Jorge o el David. Verrochio es el creador del monumento al Colleone, una de las estatuas ecuestres más impactantes.
Miguel Angel llena la mayor parte del Cinquecento. Entre sus espectaculares obras sobresalen la Piedad, el David y el Moisés, excepcional muestra de la terribilitá que define los trabajos de Buonarrotti. Cellini, con el Perseo de la Logia dei Lanzi, y Giambologna, con el Mercurio del Bargello, son los dos creadores que acompañan al genio en este siglo.
En la escuela francesa del XVI destacan Jean Goujon, escultor finísimo y elegante, y Germain Pilon, autor del Monumento funerario de Enrique II y Catalina de Médicis.
En España destacan importantes escultores, como Bartolomé Ordóñez, autor del Sepulcro del cardenal Cisneros, o Diego de Siloe y Felipe Vigarny, creadores del retablo de la Capilla del Condestable. Pero las grandes personalidades del XVI son Berruguete y Juni. Alonso Berruguete admiró a Miguel Angel y sus obras se caracterizan por el dramatismo y el sentido del movimiento. Juan de Juni es más reposado, sin renunciar al dramatismo que caracteriza sus espectaculares Santos Entierros.

Escultura española del primer tercio del siglo XX

A principios del siglo XX en la escultura española encontramos dos activas generaciones de escultores realistas. Mariano Benlliure siguió ofreciendo en su numerosísima obra el exhaustivo catálogo de técnicas y materiales de los que hizo gala. Aniceto Marinas desplegó en sus obras repertorios anecdóticos con otros más contenidos y discretos.
Entre los modernistas sobresalen varias figuras. Josep Llimoná evoluciona hacia formas más plenamente modernistas con resabios rodinianos; su obra decorativa, retratística, religiosa o funeraria muestra la red de impactos plásticos que asumió. Miquel Blay consiguió sus mejores obras en monumentos de toques rodinianos y obreristas, quintaesenciada articulación de arquitectura y complejos repertorios simbólicos del modernismo. Paco Durrio sintetiza en París de los resortes del simbolismo y el modernismo.
Entre 1918 y 1936 se desarrolla la llamada Edad de Plata de la cultura española. En esta etapa encontramos importantes escultores. Josep Clará recogió la bandera mailloliana creando su prototipo humano sólido y macizo, no ajeno a su devoción griega, rompiendo con los cánones del realismo y modernismo al uso. Apeles Fenosa enlaza con los círculos parisinos que llevarán a su obra hacia un mayor primitivismo lírico. Victorio Macho se inserta en un precoz realismo para establecer luego volúmenes cada vez más sobrios.
Mateo Inurria produjo en los últimos años de su vida obras excepcionales en limpieza de volúmenes y refinamiento. José Capuz combinó los más variados influjos, para luego resumirlos en macizos volúmenes de arcaísmo mediterráneo. La obra escultórica de Pablo Picasso está intrínsecamente trabada en sus otras actividades plásticas, siendo frecuente que la escultura sea banco de experimentación para sus otras aventuras plásticas.
Pablo Gargallo explora las posibilidades de la plancha metálica recortada, a la que extrae un repertorio de matices que, partiendo de lo cubista, llega a lo expresivo. Julio González trabaja en planchas recortadas de hierro y otros metales tratados artesanal e industrialmente, lo que le permite crear una obra donde coexisten el surrealismo expresivo hasta casi convertirse en abstracto, con lo naturalista y popular.
Manolo Hugué nos dejó una obra grácil y sólida, nueva y clásica, realizada en terracota casi siempre, en la que priman los tipos populares. Alberto Sánchez es la figura más profunda de la vanguardia de corte surrealista, nada superficial ni efectista, que busca su inspiración en las esencias populares y orgánicas. Influido primero por lo futurista, Angel Ferrant se pliega luego a lo africano y neocubista, así como a lo noucentista y art-decó para integrarse después en las vanguardias surrealista y geométrica.

Evolución de la escultura clásica

La época dorada de la escultura griega corresponde a los días de Pericles, la segunda mitad del siglo V a.C.
Mirón será el maestro interesado por el cuerpo humano en movimiento como se puede apreciar en su Discóbolo. El escultor nos presenta a un atleta en el momento de lanzar el disco, inclinando su cuerpo violentamente hacia delante, en el límite del equilibrio, y elevando su brazo derecho al tiempo que gira su cuerpo apoyado sobre su pierna derecha.
Policleto está preocupado por las proporciones del cuerpo humano y es el autor del "Canon". En el Doríforo podemos comprobar que la cabeza es la séptima parte del cuerpo humano; el arco torácico y el pliegue inguinal son arcos de un mismo círculo; y el rostro está dividido en tres partes correspondientes a frente, nariz y la distancia de ésta al mentón. Se trata del prototipo de cuerpo varonil perfecto, elegante, sin formas hercúleas pero sin afeminamiento.
Fidias es el conquistador de la belleza ideal, siendo sus personajes prototipos. Sus obras maestras están vinculadas al Partenón y en ellas podemos contemplar su belleza a través de la técnica de los paños mojados.
En el siglo IV a.C. los dioses se humanizan, las formas se ablandan y la pasión se manifiesta en los rostros, gracias, fundamentalmente, a Praxiteles. Los cuerpos de sus estatuas presentan suaves y prolongadas curvas como se observa en el Hermes. Su cadera se arquea para formar la famosa curva mientras que su brazo derecho mostraría las uvas al niño Dionisos.
Scopas es el escultor que mejor interpreta los estados del alma y la pasión. Sus trabajos se agitan con convulsivos movimientos y las cabezas muestran expresiones apasionadas.
Lisipo prefiere proporciones más esbeltas y cabezas más pequeñas, delatando una actitud más naturalista en la que destaca los múltiples puntos de vista.